Wehrmacht (I): Historia, organización y doctrinas

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Merece la pena repasar brevemente la historia de las Fuerzas Armadas Alemanas desde su derrota en 1918 hasta la llegada de Hitler al poder en 1933. La derrota alemana en la Primera Guerra Mundial supuso un auténtico shock en el Ejército Imperial (Reichswehr). Muchos oficiales consideraron que su patria había sido derrotada en las fábricas y en las calles de la propia Alemania, más que en los campos de batalla. El Tratado de Versalles de 1919 consagró la desmilitarización de Alemania, o al menos en teoría. Alemania derogaría el servicio militar obligatorio, entregaría su flota de guerra, renunciaría a poseer fuerzas blindadas o aéreas y disolvería su influyente Estado Mayor. Para colmo de males, la recién formada República Alemana podría disponer de un ejército profesional, siempre y cuando su número no excediera de los cien mil hombres.

El panorama era desolador en todos los sentidos para los militares alemanes, pero fue precisamente lo dura de la situación lo que abrió las puertas a una serie de reformas que dos décadas más tarde convertirían a las Fuerzas Armadas Alemanas en una magnífica máquina de guerra. Liderado por Hans von Seeckt desde 1920, el Reichswehr inició una transformación radical destinada a profesionalizar a un ejército necesariamente pequeño. Se puso un enorme énfasis en el entrenamiento, tanto de la tropa como de la oficialidad, conservando los viejos valores de la disciplina prusiana. Los acuerdos firmados con la Unión Soviética durante los años veinte permitieron a un gran número de oficiales alemanes entrenarse con carros blindados y aviones en territorio soviético, adquiriendo una gran experiencia que les sería muy útil. Pese a que el Tratado de Versalles lo prohibía expresamente, Von Seeckt creó una especie de Estado Mayor clandestino que mantuvo viva la tradición castrense germánica. Cuando Von Seeckt se retiró de su puesto en 1926, el Reichswehr era un ejército pequeño pero altamente preparado.

En Enero de 1933 Hitler es nombrado Canciller de la República. En los meses siguientes, irá acumulando cargos y abrogándose poderes extraordinarios hasta que en 1934 se nombra Führer (literalmente guía) del Pueblo Alemán, con poderes absolutos sobre el estado y sus ciudadanos. La reforma y potenciación de las fuerzas armadas era uno de los puntos esenciales del ideario político de Hitler y su Partido Nacionalsocialista. Un ejército potente no solo iba a servir para obtener el “espacio vital” (Lebensraum) que Alemania tanto necesitaba, sino que también la inversión pública en el rearme era una excelente manera de mejorar la economía. El aspecto económico del régimen nazi es un punto que no debe ser obviado.

En 1935 la Reichswehr es disuelta, y en su lugar se constituye la Wehrmacht (literalmente, "Fuerzas de Defensa") con Hitler a la cabeza como Comandante en Jefe. Se reinstaura el servicio militar obligatorio y las inversiones militares se disparan. Entre ese año de 1935 y 1939 Alemania gastará 24.000 millones de dólares en su presupuesto de defensa.

Pero el gran cambio organizativo en la Wehrmacht vino en 1938. El descontento de una parte de la oficialidad alemana hacia la política agresiva de Hitler motivó a este para reformar toda la estructura militar. A inicios de ese año, el Ministro de Guerra Werner von Blomberg, y el Comandante de la Wehrmacht, Werner von Fritsch, fueron destituidos de sus cargos. Unos meses más tarde, el sucesor de Fritsch, Ludwig Beck, fue obligado a dimitir.

El Ministerio de Guerra así como numerosos cargos procedentes del antiguo Reichswehr fueron abolidos. En su lugar se creó el Oberkommando der Wehrmacht (Alto Mando de la Wehrmacht), bajo el mando del Mariscal Wilhelm Keitel y con el General Alfred Jodl como Jefe de Estado Mayor. Aunque la idea inicial era convertir al OKW en un mando supremo de todas las fuerzas armadas, la realidad fue distinta. El Ejército de Tierra (Heer), la Fuerza Aérea (Luftwaffe) y la Marina (Kriegsmarine) crearon sus propios altos mandos, y la continua intromisión de Hitler los convirtió en prácticamente independientes. Esta tendencia se aceleró en Diciembre de 1941 cuando el propio Hitler asumió el mando del Heer. Con el paso del tiempo, las competencias del OKW se vieron limitadas al Frente Occidental, mientras que el Oberkommando der Heer (Alto Mando del Ejército de Tierra) dirigía la guerra en el Este. A continuación, un pequeño esquema sobre la estructura de la Wehrmacht(pinchad para verlo más grande).



Esta tremenda reorganización de la Wehrmacht coincidió con la puesta a punto de una serie de profundos cambios doctrinales sobre la manera de hacer la guerra. Como ya se ha dicho, el Reichswehr de los años veinte puso especial hincapié en la profesionalización y la preparación. Eso hizo que la generación de oficiales que inició su carrera con la Primera Guerra Mundial se convirtiera con el paso de los años en una de las mejores generaciones militares de la Historia. Además y dado que la derrota de 1918 había derrumbado todos los prejuicios castrenses alemanes, se animó a los oficiales a innovar y desarrollar nuevas tácticas.

Muchos oficiales contribuyeron a cambiar las doctrinas alemanas, pero uno destaca sobre todo: Heinz Guderian. Veterano de la Gran Guerra, Guderian dedicó buena parte de su carrera militar a desarrollar nuevas tácticas que se adaptaran a los tremendos cambios tecnológicos. Fruto de todo su trabajo fue la publicación en 1937 del libro Achtung Panzer!, obra que marcaría la Historia Militar. Es aquí cuando aparece por primera vez un término que se haría muy conocido: Blitzkrieg. La Guerra Relámpago.



De manera muy resumida (los detalles doctrinales darían para un blog entero), la Blitzkrieg como doctrina sostenía que los medios acorazados y aéreos habían hecho inoperante la guerra de posiciones con defensas estáticas. En su lugar, se proponía el uso masivo de blindados como unidades independientes, que rompieran las líneas enemigas y permitieran el cerco de las unidades contrarias, que luego serían destruidas por la infantería. Esta táctica general tendría que ser apoyada por el arma aérea, encargada de destruir las estructuras de mando enemigas y apoyar el avance blindado, y por una fuerte cobertura artillera que permitiera concentrar el fuego en lo lugares requeridos. En definitiva, una perfecta cooperación entre las diversas armas.

La idea de Blitzkrieg fue criticada por la mayor parte de la vieja oficialidad alemana, pero gustó a Hitler, el cual acabó imponiendo su criterio. Guderian fue ascendido a general y la Wehrmacht adoptó sus doctrinas. Contra la visión tradicional, buena parte de la oficialidad alemana se mantuvo escéptica sobre el uso masivo y autónomo de tanques y aviones.

Una estructura jerárquica, doctrinas modernas, oficiales muy preparados… ¿Dónde estaba la pega de la Wehrmacht? Pues precisamente en el énfasis que se puso en la preparación de sus oficiales, basada en la acción y en la innovación… en el campo de batalla. A lo largo de la Guerra, Alemania contaría con oficiales excepcionales capaces de dirigir a sus hombres en circunstancias muy adversas, pero carecería de una organización logística adecuada. La tónica general para la Wehrmacht sería la falta de suministros y el “desorden” en la retaguardia, ya que esas actividades, alejadas del frente de combate, eran vistas como secundarias o incluso con desdén. Ese era el principal talón de Aquiles de la CASI perfecta máquina de guerra nazi.


El emblema de Keitel como Comandante del OKW

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